Lo siento desde hace un rato, algo ha contaminado mi sangre y poco a poco va secuestrando a mi cerebro... A mí cerebro...Cerebrooo, extiendo la palabra en mi mente y la recorro por mi lengua tratando de encontrar con claridad el significado pero me da un hambre voraz que no puede esperar a que amanezca. Me levanto de la cama y camino de puntitas hacia la cocina para no despertar a nadie, abro la puerta pesada del refrigerador, el zumbido emitido por la luz interior se abalanza sobre mis pupilas cómo si fuera un reflector, siento que la cabeza me va a estallar, zzzzzzzmmmmm mis ojos se adaptan por fin al brillo y entonces busco algo que comer. Hay un litro casi vacío de leche, un poco de pan, medio cartón de huevos, un yoghurt que seguro expiró hace tres meses y un tupper con lasaña de ayer. Nada me parece apetitoso. Mi estómago ruge como si quisiera salirse y hacerse cargo por sí mismo de la búsqueda de comida, empiezo a sudar y tengo fiebre, tal vez debería llamar a un doctor. Tal vez... Abro el congelador y un soplo helado me calma las ansias, descanso mi frente sobre una bolsa de vegetales congelados y escucho es tssss similar al de las gotas de agua que caen sobre un comal ardiendo. En el fondo vislumbro un pedazo de carne, puede ser un rib eye o un new york, nunca he sabido diferenciar un corte de carne de otro, todas las carnes me saben igual. Mi olfato está de lo más fino, distingo la crudeza del corte a pesar de que está hecha un hielo, mi estómago se emociona, la pongo en el fregadero y dejo que un chorro de agua caliente la suavice. No ha pasado ni medio minuto y siento que la espera me va a volver loca. Mi cuerpo se siente extraño, adolorido pero lleno de fuerza, una revolución se mueve en mi sistema circulatorio, siento una lágrima que resbala de mis ojos, me la limpio y veo sangre. Me asusto y subo corriendo al cuarto donde duerme mi novio, prendo la luz (zzzzzzzzzzmmmmm), el perro me ladra y sale corriendo despavorido. Mi novio despierta confundido por el alboroto, me pregunta ¿qué pasa? y yo me quedo quieta esperando a que note la sangre en mis ojos, se queda inmóvil y yo me acerco para que me abrace, mi estómago ruge, su piel huele muy bien, me pregunta de nuevo ¿qué pasa? y yo pronuncio con dificultad la palabra “Cerebroooo”, de la nada me abalanzo hacia él, y con destreza sacada quién-sabe-de-dónde, le muerdo el cuello, él pone un poco resistencia pero la mordida es muy eficaz y cae rendido ante su inminente muerte. Yo me pierdo en un frenesí de mordidas donde arranco piel y carne y sangre, me pregunto qué corte de mi novio me estoy comiendo, no sé bien cómo distinguirla, después de todo, todas las carnes me saben iguales.
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