domingo

8. En paz

Cualquier debilidad no puede ser cualquiera, a la primera de cambios, la más mínima deslealtad a mí misma desataría la guerra más sangrienta y hostil que alguien pueda imaginar. He recorrido todos  los kilómetros pensados y en la cima, dónde no queda más que respirar más que un aire despectivo y verdoso; dónde sólo queda a la vista el profundo negro del vacío, el infinito imposible de un fin que reconozco desde el día que nací y entonces siento (pienso), tal vez es hora de estar en paz, tal vez esa tranquilidad que con tanta hambre he buscado, ha estado frente a mi toda la vida, tal vez todas las palabras dichas han sido una tragicomedia inventada por un cabo suelto en mi mente, quizás era yo lo único que me alejaba de mi propia felicidad… y por lo tanto no hay otros culpables.

Así que en esta ocasión, en este único y poco común día… dejaré a la paz ser paz, no pienso interponerme en el camino de tan deseada promesa, qué se vayan al diablo los muros y las  barreras que me han encerrado durante tanto tiempo. Este espíritu queda liberado de todo capricho incumplido que me hace llorar, ahora puede vivir simple, respirar sin miedo, olvidar la peor de las dependencias que me ataron y de los terribles dolores que me causaron.

Declaro que ha sido un placer atormentar a esta alma, pero se acabó el encanto, y en mi notable cambio de actitud no hay temblores que derrumben mis posibilidades, no hay nada que compadezca ni sutilmente la tristeza sobrevalorada de ésta loca e inestable alma. Sólo queda ser feliz.

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