Ven no tengas miedo, cierra los ojos y pisa firme. Debajo de ti, de esas losas y de ese asfalto, se encuentran esperándote siglos de historia. Con certeza te diré que estás sobre una ruta que alguna vez fuera sagrada y recorrida por una de las grandes culturas del enriquecido pasado de México: Los Toltecas, un pueblo tan violento como honorable; tan sabio, como refinado: la palabra Tolteca significaba artista escultor.
Fueron ellos quienes fundaron la Villa de Coyohuácan, entre los siglos X y XII D.C. Muchos significados se le atribuyen al nombre, sin embargo adoptaremos la traducción náhuatl que se lee a tres voces como “lugar de coyotes”.
Ahora abre los ojos y avanza un par de pasos más, te hallarás en lo que fue después la capital de la Nueva España, un lugar donde Hernán Cortés residiría después de la caída de Tenochtitlán, un lugar donde se le daría tormento al último Tlatoani y gran guerrero Azteca de nombre Cuauhtémoc. Se dice que le quemaron los pies esperando respuesta acerca de dónde se encontraba el oro que habían perdido los españoles en batalla. El último emperador soportó valeroso el martirio sin decir una sola palabra. Poco tiempo después fue asesinado.
Como te imaginarás, no pasó mucho tiempo antes de que se destruyeran las antiguas construcciones prehispánicas para dar paso a las primeras edificaciones de la era colonial, algunas de las cuales siguen en pie, resplandeciendo con extraordinaria belleza, por ejemplo, el Palacio Municipal que aún sigue en uso y que perteneciera a Cortés en el pasado.
Como sucedió en el resto del territorio conquistado, las evangelizaciones se hicieron presentes. Varias iglesias, capillas y conventos se levantaron fastuosamente a los alrededores, sin embargo, la que más destacaba desde entonces y hasta ahora es la Iglesia de San Juan Bautista, una construcción que surgió hace casi 500 años, un "regalo" que fuera otorgado por el mismo Hernán Cortés a un grupo de Frailes, se construyó sobre el terreno donde antes existiera un Calmécac Tolteca, un tipo de templo o monasterio donde hombres y mujeres se preparaban para ser líderes, sacerdotes, administradores y maestros. Un lugar sacro de enorme exigencia, disciplina y conocimiento, cuyas ruinas se conservan aún bajo uno de los claustros del convento.
A lo largo del tiempo aquella monumental obra religiosa sufrió cambios, es por eso que si la observas con cuidado, notarás los diferentes estilos arquitectónicos que la adornan. En la fachada podrás ver los anagramas de Jesús y María, así como los escudos de la Orden de los Dominicos y el emblema de San Juan Bautista. Una vez que estés listo para entrar debes contener el aliento ante la trémula hermosura que se posará ante tus ojos, un recinto decorado con pinturas y retablos barrocos, la más impresionante es la pintura de Las Ánimas, un mural colorido y detallado que sólo al tenerlo de frente podrás comprender.
Sumergiéndote hasta la capilla del Rosario serás testigo de un prodigioso tributo a la Virgen Mariana, para muchos Santa patrona de las victorias y el poder de los rezos. En la bóveda serás invitado del genial trabajo del pintor Fabregat, destacan los cuadros donde se representa la vida de la Virgen, la Asunción y algunos otros santos. Quedarás sin duda sin palabras al ver lo que el tiempo a logrado, a pesar de las reducciones y transformaciones que ha sufrido, la iglesia de San Juan Bautista no ha perdido un ápice de su beldad.
Pero basta de estar en un pasado tan lejano, caminemos ahora por las empedradas calles, lleguemos a la Casa Azul de Frida Kahlo, imagina su paso atrevido y desafiante en las banquetas, imagina el tranvía que la paralizó durante mucho tiempo y que le negó la posibilidad de tener hijos. Mira a Diego Rivera tan alto, tan socialista, tan enamoradizo y genial, por supuesto mira sus obras, pues retrato más digno de una sociedad indígena no encontrarás en ningún otro lugar.
Vamos ahora al Coyoacán actual, un lugar mágico y pintoresco que te robará sin lugar a dudas el corazón: Fantástico, lleno de fantasmas, de leyendas intrigantes, de parejas enamoradas y niños que juegan en la plaza mientras comen una refrescante nieve de limón.
Rodea la fuente de los coyotes, mira las artesanías y a sus creadores talentosos que venden pulseras, collares, rebozos…Tantos años de tradición que se entretejen con la modernidad.
Apuesto a que te ha dado hambre y debo decirte que estas en el lugar correcto, desde que rodeas la esquina donde se encuentra el mercado de antojitos, sentirás los sabores en la nariz, una impactante mezcla culinaria que enaltece a este hermoso país. Quesadillas hechas con maíz tradicional con queso gratinado, combinaciones exquisitas de platillos ataviados de sabor, condimentos, dulces y salsas que consentirán tu paladar. Debes atreverte a pedir una de huitlacoche y otra de chicharrón. No te llenes que aún falta un delicioso plato de pozole cotidiano mexicano, unas tostadas de tinga roja que te explotará en la boca como la magia misma, toma un agua de horchata y para cerrar con broche de oro escoge entre algunos de los irremplazables postres mexicanos, un churro relleno de cajeta, un helado de coco, una alegría de amaranto…O no escojas, la vida es corta, cómetelos todos.
Termina tu tarde viendo a los mimos en la plaza, escuchando música de trovadores o viendo representaciones teatrales callejeras, no olvides buscar a un caricaturista que te retrate en uno de los lugares más agraciados de la Ciudad de México.
No olvides ponerte bohemio y meterte a uno de los tantos cafés que se encuentran al aire libre o a una de las clásicas cantinas mexicanas. No temas si ya entrada la noche escuchas los lamentos de La llorona, o si te topas con el fantasma pulcro de Catalina buscando a su amado. No temas pues son sólo fragmentos míticos de nuestra historia. No lo olvides ahora que estás parado sobre tanta riqueza, que te has convertido en un alma más que no podrá sacar nunca de su memoria el día que conoció Coyoacán.
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