Esta noche prometo cambiar, todas las noches prometo lo mismo y al final lo único que me queda es adaptar mis ojos a la luz del día que me recuerda con una sed impresionante lo desastrosas que son las mañanas cuando no has cerrado los ojos en mucho tiempo y te has perdido, sin razón, ante las vulgaridades extravagantes de la noche.
Creo que me quedé atrapada en un nuevo plano astral, donde como hombre lobo en luna llena me transformo al caer la noche después de algunas gotas de licor (sí, la cantidad es más grande...pero ¿realmente importa?). Ya no creo estar pensando claro, me absorbe una rabia inigualable, entonces soy una bestia sarcástica, hiriente y desgarradora.
Pero volvamos a mi cuarto, volvamos a su música, al Televators de Mars Volta, o al Red lights de Interpol y a la voz tristísima de de Tom Yorke entonando sin tapujos unas tonadas del Eraser. Me inundan unas tremendas ganas de reírme a carcajadas por lo melancólica que me siento, me dan ganas de bailar y de gritar eufórica por un poco de luz (más no de silencio, el silencio me aterra). Doy vueltas, me da vueltas el techo pero que más da, al final solo es un techo, sólo es mi cabeza... sólo un nudo en la garganta, un ardor en el pecho, una falta de no-sé-bien-qué… ¿me lo merezco? Tal vez. No sé...
Me echo en el piso, me pongo boca abajo como los cuerpos trazados con gis en las películas, no son ganas de morirme, son ganas de fundirme, de derretirme. No pasa nada, la música sigue, es muy profunda, es tan oscura, me he fundido finalmente. He fundido lo que queda de mí con la música que ahora me abraza para confortarme
Just as he hit
The ground
They lowered a tow that
Stuck in his neck to the gills
Fragments of sobriquets
riddle me this
three half eaten corneas
who hit the aureole
Stalk the ground
Stalk the ground (…)
La canción se llama Televators. Es del extraordinario (y viejísimo) disco De-Loused in the Comatorium de Mars Volta.
Nota: Peligro de fundirse con el piso mientras se escucha.
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