Me gusta como piensa la gente de almas viejas, pero viejas enserio, (quienes por cierto no tienen nada en común con pensamientos retrógrados). Al contrario, encuentran como hacer las cosas más funcionales, simples... Son pacientes con las plantas y con los animales, son nobles con los objetos, si por algún infortunio alguno se rompe, los reparan, los pegan, los arreglan, los remiendan (y en estos tiempos todos prefieren tirar a la basura y comprar el objeto nuevo, ese es un acto heroico). Me gustan porque beben té hecho con hojas frescas recién cortadas de sus pequeños jardínes, me gustan porque hornean galletas from scratch, me gustan porque no desperdician nada, ni siquiera la vida. ¿Conoces a alguien así? Son amables y cálidos por naturaleza, no saben negar una plato de sopa caliente o un espacio en el sillón para que los viajeros pasen la noche. Son seres humanos reconfortantes, que saben escuchar y cuando hablan su voz emana una calma que contagia, son almas de las que casi ya no hay, están casi extintos ... Me gustaría que hubieran más como ellos. El mundo sería mejor, cómo una eterna tarde dorada de otoño, entre bebidas con olor a canela con miel, con pláticas de libros y música...
El mantra se repite en voces susurrantes, hay que hacer más, creer más, amar más y tener lo suficiente. Así debe ser la felicidad. ¿No creen?
miércoles
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